¿Tengo un testigo?

Padres

Déjeme contarle sobre mi vida de problemas... ¡y sobre el amor inquebrantable de Dios! (Salmo 107)

Todos los humanos nos preocupamos por las cosas que nos importan. También nos preocupamos por cosas que no podemos controlar. Como padres, sabemos que estamos criando hijos en un mundo impredecible; mis conversaciones con líderes de niños y padres verifican que hoy en día también se preocupan por la fe de sus hijos. Saben que transferir una fe duradera y resiliente requerirá una fe e imaginación sin precedentes.

Como padres, conocemos nuestras pruebas y triunfos familiares, nuestras rutinas y nuestras limitaciones. Esto es especialmente cierto cuando nos enfrentamos a la incertidumbre; pero podemos estar seguros de que en las Escrituras podemos aprender cómo podemos ser testigos para nuestros hijos, incluso, cuando experimentamos dificultades. El Salmo 107 nos recuerda individualmente y como padres que el amor inquebrantable de Dios se prueba y se experimenta en momentos de desesperación, peligro, pérdida, ira y desorientación.

Este salmo es un grito de aquellos que necesitan, quieren y esperan que Dios entre en sus vidas y los ponga nuevamente sobre tierra firme. Nos asegura que podemos creer que Dios está realmente presente y es capaz de brindar ayuda en tiempos de dificultad.

También comienza siendo general y poético, pero rápidamente se vuelve específico. El testimonio es así, ya que especifica situaciones y temores. De alguna manera u otra, todos hemos enfrentado estas experiencias, nos guste o no. Si nos disponemos a confiar en el amor inquebrantable de Dios, si es digno de ser invocado para nuestras familias, entonces, el amor de Dios puede manifestarse aquí. Tiene que haber una voz de amor que supere la voz del miedo. ¿Qué testimonio podemos darles a nuestros hijos del amor inquebrantable de Dios en tiempos de peligro?

Junto a nuestra familia podemos descubrir que el Salmo 107 nos muestra que las promesas de Dios no son abstractas, sino específicas. El amor inquebrantable de Dios no llega en algún momento ni en ninguna parte cualquiera. Su amor se muestra cuando estamos en el desierto del hambre, cuando tenemos sed de agua viva, cuando nos sentamos en la oscuridad y el pesimismo, cuando algo nos ha aprisionado, cuando estamos enfermos, cuando hemos hecho de nuestra vida un desastre, cuando nuestra vida nos ha quebrantado, cuando estamos atrapados en una tormenta, cuando las aguas están a punto de abrumarnos. En estos tiempos, lugares, circunstancias y relaciones específicas, se nos recuerda que debemos dar gracias al Señor por Su amor inquebrantable que se manifiesta allí mismo, en ese momento, y no nos deja perdidos ni necesitados.

Si enfrentamos estos momentos difíciles y a la luz de este salmo, como padres, podremos estar seguros de que vivimos esta situación específica como familia y nos apoyaremos en la promesa del amor inquebrantable de Dios hoy, que nos llevará y estará presente mañana.

Por último, el salmista nos invita, “¡Den gracias al Señor porque Él es bueno; su gran amor perdura para siempre! Que lo digan los redimidos del Señor” (Salmos 107:1-2a).

Puedes acceder a toda esta revista en forma gratuita aquí: Edición 42


Publicación más antigua Publicación más reciente